Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

viernes, 13 de abril de 2012

Los Escritos 29



Una carcajada, aguda y estridente, resonó por toda la biblioteca.
Como una suite sinfónica perfectamente engarzada introducida por una sucesión de acordes ejecutada por los metales: tuba, trombones, fagotes y clarinetes.
Un silencio.
Se escucha un coral que evoca el ambiente mágico e irresoluto de la pieza; sencillo, majestuoso.
La puerta de la entrada se cerró de golpe, haciendo un ruido seco.
El tema principal: violín solo, acompañado por los acordes arpegiados del arpa.
Un ruido de pies desacompasados subió por la escalera e inundó la sala.
Melodía de las cuerdas y las maderas.
Al ruido de los pasos le siguió uno de voces en desbandada.
Carácter modulante de la progresión melódica. Maderas y metales apoyan incondicionalmente el despliegue tímbrico del tema.
Una risa apagada sonó en la sala contigua hasta que se hubo desvanecido en un suspiro final.
Aparece un tema secundario de carácter cadencial.
Al término de la risa se escucharon dos “¡OH, OH!” expresivamente expresados. Pizicatti de chelos y contrabajos.
“Nada de repartir, que cada cual se lleve lo suyo.” Decía una voz femenina. “A botella por cabeza, entonces”. Decía una voz masculina. “Laura no va a beber.” Decía otra voz femenina distinta a la primera. “¿Y eso?” preguntaba la voz masculina. “Es abstemia, o eso dice ella.” Decía otra voz femenina distinta de la primera y de la segunda.
Flauta, oboe y clarinete alternan sus intervenciones con la trompa.
Se oyó el repiqueteo de un bolígrafo contra una mesa. Luego dos manos golpeando una mesa y un cuaderno sucesivamente.
El acompañamiento otorga a la melodía el soporte armónico ahora enriquecido notablemente, pero siempre con discreta elegancia.
“Va, va, no será para tanto.” Decía la primera voz femenina. “OH, OH,” se volvía a escuchar de nuevo. Una silla chirriaba al ser corrida.
Los trinos de la flauta, los arpegios de los chelos y los profundos acordes del metal se encargan de crear un ambiente de magia embriagadora.
La hoja movible volvió a golpear la hoja estática de la puerta. Ruido de pies en desbandada. Pasos en las escaleras. Bolígrafo contra mesa, contra carpeta, contra mesa. “OH, OH.”
Los chelos y contrabajos realizan una cadencia acompañados por toda la orquesta. Un tono jocoso se abrió paso entre las demás voces. “Sí hombre, como que me voy a leer tres libros en inglés y tres en francés. Pues si no tuviera otra cosa que hacer…” Una modulación nos lleva a una nueva presentación temática. Hiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiicccccc, plaaaaam, plaaaam, plaaam, plaam, plam, pla, pl, p. Y nuevo portazo.
Tras un largo acorde se repite el tema principal en una continua progresión modulante.
Cerré el libro que había sacado de alguna de las estanterías y lo dejé sobre la mesa.
De camino a casa me sorprendí a mí mismo silbando una extraña tonada.

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