Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

sábado, 5 de junio de 2010

Orígenes

Nadie nace sabiendo. De hecho, nadie nace sabiendo de nada. Y excepto respirar y comer, tenemos que aprenderlo todo: a caminar, a hablar, a escribir, a leer y a dibujar los que nos empeñamos en aprender a dibujar. Aprender a dibujar es muy parecido a aprender música o aprender a escribir. Todos sabemos juntar unos signos con otros para formar palabras, las palabras sabemos agruparlas en frases y hasta aprendemos un poco de gramática para que esas frases tengan sentido, pero escribir bien es algo que no tiene nada que ver con escribir sin más. Todos sabemos distinguir melodías, reconocer de inmediato canciones y reproducir tonos de manera sorprendentemente fiel, pero distinguir las notas que conforman esas canciones que tanto nos gustan y llegar a componer es algo muy distinto. De igual manera, todos sabemos dibujar, de hecho cuando somos pequeños, casi todas las personas dibujan de una manera muy parecida en las primeras etapas de la vida. ¿Qué lleva a unas personas a componer de manera que otras nunca podrán?, ¿por qué algunos escritores pueden encontrar un sentido artístico a lo que escriben y saben transmitirlo? ¿Por qué unas personas dibujan mejor que otras? Es obvio que la respuesta depende de muchos factores y el primero y más importante es que no todos somos iguales. Pero sí existe una predisposición natural para ciertos talentos en las personas que, si se empeñan en desarrollar, acabarán convirtiéndose en auténticos talentos artísticos. A mí siempre se me ha dado bien dibujar. Por lo general, cuando era pequeño, estaba un poco por encima de la media, pero no era el mejor dibujante de la clase, ni lo fui tampoco en el instituto. Yo tenía amigos que, a mi modo de ver, dibujaban mejor que yo. Pero mi predisposición natural no era saber dibujar bien, mi predisposición natural consistía en hacer lo que me gustaba, y lo que me gustaba era dibujar. Mientras los demás se quedaban en el camino, yo seguía dibujando. Como los buenos músicos, que todas las tardes hacen sus escalas y practican sus partituras, yo seguía dibujando. No porque se me diera bien, sino porque me hacía sentir bien. Hace un tiempo, Di Estefano, considerado por muchos como uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos, dijo que en el barrio donde se crió había muchos chicos que jugaban al fútbol mejor que él. Di Estefano no decía ninguna mentira. ¿Por qué entonces fue él quien se convirtió en el mejor? Porque persistió en hacer aquello que lo hacía feliz. En uno de los pasajes de su libro "Manual del guerrero de la luz", Paulo Coelho escribe: "El guerrero de la luz conoce el valor de la persistencia y del coraje. Muchas veces, durante el combate, él recibe golpes que no esperaba. Y comprende que, durante la guerra, el enemigo vencerá algunas batallas. Cuando esto sucede, él llora sus penas y descansa para recuperar un poco las energías. Pero inmediatamente después vuelve a luchar por sus sueños. Porque cuanto más tiempo permanezca alejado, mayores son las probabilidades de sentirse débil, miedoso, intimidado. Cuando un jinete cae del caballo y no vuelve a montarlo al minuto siguiente, jamás tendrá el valor de hacerlo nuevamente."
Para ilustrar lo que digo os dejo la primera página que dibujé de un cómic, cuando tenía 13 años. Nadie nace sabiendo, sólo hay que persistir en subirse al caballo.

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