Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Los Escritos Irregulares 1



Inocencia pródiga e indolora. Sufrimiento hipostático seriamente ininteligible, foco de capciosidades lingüísticas. Depreciaciones celebérrimas por su sempiterno reblandecimiento de la razón misma. Iconoclastas medulares sufridores del inaplicable reflujo sofágico. Silencio ciego. Debe de ser un mal asunto haber existido sin haber aprendido a escuchar cómo él…, cómo ella…, qué digo, cómo sus almas, perdidas en disociaciones de palabras fallidas, de un lenguaje extraño, muerto, enmudecen hasta callar. Vertidos en sus oídos los momentos convenientemente dispuestos, comunicados, impulsos de mutismo transmitidos a través de murmullos incomunicados, escondidos, silenciosos. Y ahora, a fuerza de costumbre y desgaste, acabados, sin preguntas, sin palabras, ininteligibles ante mí como la noche sólida que se cierne sobre el vacío. Una mancha espesa; sí, eso es. Pero eso no soy yo. Ni ella. Cargadas de significado. Las conozco; las palabras. Nadie lo entendería. Soy yo. Es ella. Manos propias. Brazos propios. Cuerpos cálidos alumbrados por luces infinitas y vagas. Pensamientos… Palabras…

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