Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

viernes, 6 de enero de 2012

Los escritos 15



Se pone el bikini rojo y me invita a poseerla. Hoy también lleva el collar de cuero con esa extraña correa de aluminio. Se lo regalé por su cumpleaños, pero raramente lo usa. Debe de estar realmente caliente. Cojo la correa para someterla a mi voluntad y hago que me siga tirando de ella. La llevo hasta el sofá blanco del salón y con el empeine de la mano rozo su sexo. Incluso con el bikini puesto noto que está muy húmeda. Me voy a la cocina y al poco vuelvo con un plato de comida. Ella aguarda paciente. Lo pongo en el suelo y sin que tenga que decirle nada se arrodilla para comer de él. Mientras lo hace, le corto el bikini con unas tijeras. Está completamente mojado y al chocar contra el suelo suena como un globo de agua al explotar. Su sexo al aire invita al mío. Lo saco y lo froto suavemente siguiendo el contorneo de sus caderas mientras come del plato. Cuando se la meto da un alarido ahogado y derrama la comida por el suelo. Empieza a babear incontroladamente mientras la penetro. Lo hago despacio para no hacerle daño, pero ella me pide más. En la segunda embestida tiro de la cadena y su cuerpo se estremece tanto que le sobreviene un orgasmo inesperado. Deja posar su cabeza en el suelo, sobre los restos del plato derramado y lentamente repite un mantra: ¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah! Nunca había escuchado un ritmo tan acompasado, tan enérgico, tan hermoso...

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