Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.
viernes, 30 de diciembre de 2011
Los Escritos 14
Solíamos jugar subidos a un ladrillo, frente al ventanuco carcomido por el termes. Aunque éramos cuidadosos al cerrarlo, siempre quedaba algún resquicio por el que se colaba la luz. La perra tenía allí sus camadas de cachorros. Cinco. Seis. A veces más. Siempre recurríamos al mismo libro, uno con las tapas verdes cuyo título nunca alcanzaba a comprender. Yo sabía bien dónde esconderlo: allí donde se colaban los gatos, aquellos que con tanto ahínco la abuela se empeñaba en cuidar. Esos gatos anaranjados se relamían cada vez que las golondrinas se colaban por los agujeros de la pared haciendo gorgoritos. Saltaban y hacían cabriolas para atraparlas. Estuve a punto de matar uno a golpes.
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Tus 'escritos irregulares' me encantan, parecen capítulos de una novela que saldrá a la luz en algún momento.
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