Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

viernes, 22 de junio de 2012

Los Escritos 39

 



Señoría, como he decidido representarme a mí mismo en este caso, empezaré con la exposición de mi defensa: me declaro inocente de todos los cargos que la fiscalía me quiere imputar como culpable de un asesinato a sangre fría porque todas las pruebas son falsas o erróneas, o las dos cosas al mismo tiempo. Los testigos llamados a declarar por el fiscal han argumentado que agarré a la víctima por el pecho y la tiré al suelo. En realidad lo hice agarrándola por el cuello. Luego han dicho que le propiné dos golpes con una estaca, pero si no recuerdo mal creo que fueron dos patadas bien dadas, todavía hay restos de sangre en mis botas de moaré. Han dicho que la víctima murió al instante. En cambio yo vi cómo iba palideciendo, azulándose, mientras pedía auxilio a media voz. A todas luces el testimonio de los testigos es falso, completamente falso. Allí no había nadie que pudiera vernos, como acabo de demostrar, pues yo me aseguré bien de ello antes de empezar. Ni siquiera la muerte dignó presentarse. La tuve que sustituir. Supongo que aquella tarde estaría ocupada.

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