Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

viernes, 11 de mayo de 2012

Los Escritos 33




    He cogido un taxi para llegar al piso en el que me han citado. El taxista no ha dicho una palabra en todo el camino. Yo tampoco. ¡Oh!, perdonad, no me he presentado. Me llamo... bueno, en realidad pronto descubriréis quién soy y cuál es mi historia, así que el nombre tampoco importa mucho. Además, en mi profesión nadie usa su verdadero nombre. Algunos escogen uno y lo usan siempre. Yo prefiero cambiar. Hoy me podéis llamar D.
    Como decía, he cogido un taxi. Le he dado una dirección apuntada a mano en un papel y en quince minutos me encuentro ante la puerta del bloque donde me espera Víctor. Nos habíamos conocido unos días antes en una zapatería. Yo trataba de encontrar unos zapatos italianos a un precio decente cuando Víctor se sentó a mi lado. Se presentó y después de tantearme un rato con alguna que otra pregunta banal, me presentó a su novia. Me invitaron a un café y me propusieron hacer un trío con ellos. Bla, bla, que si somos de mentalidad abierta, bla, bla, bla, que si las relaciones monogámicas son antinaturales, bla, bla, bla, que yo les había gustado a los dos. Les dejé soltar toda su parrafada. Me bebí tranquilamente mi café y cuando terminaron les pregunté si era la primera vez que lo hacían. Me dijeron que sí al unísono. Miré a la chica, que estaba bastante bien y le sonreí. Miré al chico, que tenía pinta de no saber una puta mierda de lo que hacía y me sonreí a mí mismo.
    —Bien —les dije extendiendo una tarjeta—, éste es mi número de teléfono. Cuando queráis hacerlo sólo tenéis que llamarme.
    Me levanté y me fui. Francamente, pensaba que no se iban a atrever. Pero aquí estoy, saludando a este imbécil que va a dejar que me folle a su novia mientras él nos mira y se la machaca.
    El piso no está mal. Está amueblado con poco gusto y con mucho dinero. En el salón nos espera Laura, la novia de Víctor. Su ropa no es nada sugerente y en la mesa hay preparadas unas copas para los tres. Tienen dudas. Me quito la chaqueta y noto que se ponen nerviosos. Empiezan a hablar atropelladamente, pisándose las frases el uno al otro. Bla, bla, que si nos ha costado decidirnos, bla, bla, bla, que esperan que me encuentre a gusto, y bla, bla, bla, bla. Un rollo interminable. ¿De dónde coño han sacado la idea de que me interesa una mierda lo que dicen?
    —Ven—, le digo a Laura, mientras alargo mi mano para que la tome.
    Ella mira a Víctor en busca de algún comentario o quizás una señal de aprobación.
    —¡Ven aquí!—, le digo un poco más enérgicamente.
    Ella obedece, se acerca a donde yo estoy y se queda de pie sin saber qué hacer. Pongo mi mano sobre su estómago. La mantengo un rato ahí, sin forzar nada. Al poco, ella se desabrocha el pantalón. Y...¿sabéis? Creo que me saltaré esta parte. Baste decir que Laura se corrió mirando a la cara a su novio mientras éste sollozaba desnudo con la polla más pocha que una uva pasa. Pero creo que ya he dado demasiados detalles innecesarios. Sí, demasiados. Al principio dije que contaría mi historia y eso es justo lo que voy a hacer...

2 comentarios:

  1. Eres bueno amigo, muy bueno http://www.youtube.com/watch?v=zrX8Rl5ak7Y

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    1. ¡Tú! No, ¡tú! ¡tú! Venga, que me sacas los colores.

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