A veces creo escuchar una llamada atávica de un mundo ahora perdido que despierta de repente ante un viejo y conocido olor a hierba húmeda y a tierra seca. Es el olor de los campos de juego donde se fraguaron el espíritu y el carácter de nuestra generación, el olor de aquellos campos desaparecidos en el frenesí de nuestro tiempo y de los que ya no queda nada, excepto nosotros y las sonrisas de nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario