Hace poco me topé con un viejo
amigo por la calle y decidimos ir a tomar un café para ponernos al día. Le
conté que estaba trabajando y que dibujaba en mis ratos libres, como siempre;
que me habían publicado en alguna revista y que tenía éste o aquél proyecto.
Cuando llegó su turno me comentó que todo parecía estar mal en su vida. No
tenía trabajo, ni dinero, su relación de pareja se resentía y su vocación, que
siempre había sido la de escribir ya no le interesaba porque tenía demasiados
problemas de los que ocuparse. En ese momento, saqué un billete de 50 Euros de
mi cartera y lo puse sobre la mesa.
—¿Lo quieres? —le pregunté.
Me miró algo confundido, pero se
repuso enseguida y me dijo:
—Si me los das, te los acepto.
Ya te he dicho que estoy necesitado de dinero.
Yo cogí el billete, lo arrugué
todo lo que pude y le volví a preguntar:
—¿Lo quieres ahora?
Me volvió a mirar algo
confundido y al fin dijo:
—Para mí sigue valiendo lo
mismo.
Tiré el billete arrugado al
suelo y lo pisé con fuerza. Lo recogí, algo más sucio y le volví a preguntar:
—¿Y ahora, lo quieres?
Mi amigo me miró casi desafiante
y me dijo gravemente:
—Mientras no lo rompas, claro
que lo quiero.
—Debes saber —le dije yo,— que a
veces las cosas no salen como quieres, y aunque la vida te arrugue y te
pisotee, tú sigues siendo tan valioso como siempre. Y siempre será así... a no ser
que te rompas.
Una bonita historia... típica de los libros de "aprende a quererte", jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo,
Víctor Gonz.