Señoría,
como he decidido representarme a mí mismo en este caso, empezaré con la
exposición de mi defensa: me declaro inocente de todos los cargos que la
fiscalía me quiere imputar como culpable de un asesinato a sangre fría porque
todas las pruebas son falsas o erróneas, o las dos cosas al mismo tiempo. Los testigos
llamados a declarar por el fiscal han argumentado que agarré a la víctima por
el pecho y la tiré al suelo. En realidad lo hice agarrándola por el cuello.
Luego han dicho que le propiné dos golpes con una estaca, pero si no recuerdo
mal creo que fueron dos patadas bien dadas, todavía hay restos de sangre en mis
botas de moaré. Han dicho que la víctima murió al instante. En cambio yo vi
cómo iba palideciendo, azulándose, mientras pedía auxilio a media voz. A todas
luces el testimonio de los testigos es falso, completamente falso. Allí no
había nadie que pudiera vernos, como acabo de demostrar, pues yo me aseguré
bien de ello antes de empezar. Ni siquiera la muerte dignó presentarse. La tuve
que sustituir. Supongo que aquella tarde estaría ocupada.
El texto que más me ha gustado de los 39 sin dudarlo. ¡Enorme!
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