Ben-Belay
daba al público especulaciones extravagantes y ridículas. Historia de lo futuro.
Productos cultivados como la obra de Musa; locuciones sobre materias poco
respetables; pronósticos de zumbas; párrafos de pasatiempos frívolos.
"Ésta es la retórica con que millones de personas se expresan a través de
un método común", decía: "la verdadera ciencia es la que se emplea en
la artillería". Y su propia satisfacción al decir estas cosas rezumaba
como un incensario. "Todos los jóvenes tienen una misma voluntad"
continuaba luego, "la de levantarse y caminar. Pero antes de hacerlo se
olvidan de mirar hacia arriba. Sólo cuando se han golpeado y maldicen caen en
la cuenta que sobre sus cabezas pendía un gran techo maderado que impedía que
estos realizaran su voluntad, la de levantarse y caminar." Ben-Belay
hablaba sobre la fortuna, sobre la vida, sobre el papel que un reinado había
tenido en las generaciones siguientes y luego se echaba a reir: "Mi
afición es la poesía" gritaba estrepitosamente, "todo el mundo sabe
que la poesía es la piedra de toque del buen gusto de una nación o de un
siglo." Ben-Belay hablaba para un gran público que parecía escuchar como
hipnotizado, pero curiosamente, Ben-Belay siempre caminaba solo.
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