Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

viernes, 24 de febrero de 2012

Los Escritos 22



Cuando dibujo una cabeza humana siempre lo hago empezando por una oreja. No es un capricho. Las orejas se parecen mucho a los fetos, el génesis de la vida. En aquella historia corta de Jean Giraud (Moebius) titulada ¿Es bueno el hombre?, el protagonista se ve asediado en un planeta lejano por una raza extraterrestre que lo acaba atrapando. En el asalto, uno de los marcianos le arranca una oreja de un mordisco para, acto seguido, escupirla asqueado. El extraterrestre no sólo estaba mordiendo una oreja, estaba probando el gusto de la humanidad entera y no pudo soportarlo. Aparte de esta rebuscada pesquisa, y para ser realistas, debería decir que las orejas marcan la posición que los elementos de un rostro deben ocupar en el global de la cabeza. La belleza, como casi todo, se puede medir. Y si usted es de esas personas que se ven bien al natural y que por alguna extraña razón siempre apararecen desfavorecidos en las fotos, sepa que es porque sus números no cuadran correctamente. ¿Que qué quiere decir esto? Ya lo he dicho antes: la belleza se puede medir. Y las matemáticas no engañan.

2 comentarios:

  1. Anda, será por eso que siempre salgo mál en las fotos, por que no me cuadran los números.

    Muy interesante tu blog, Juan.

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  2. Y yo ya entendí por qué algunas de las caras que dibujan no cuadran bien, ¡siempre dejo las orejas para el final!

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