Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

viernes, 10 de agosto de 2012

Los Escritos 46









—Padre, madre, debo partir hacia Xlianlur.
—Para ir a Xlianlur hay que cruzar el desierto hijo, ¿para qué quieres ir allí?
—Ayer soñé con mi hermana Dalua. Me decía que debía ir a Xlianlur. Que allí encontraría un tesoro.
—Hijo, sabes que Dalua no habla desde hace años...
—Lo sé padre, por eso debo ir a Xlianlur.
—Entonces ve con nuestra bendición.
...
—¿Dónde estoy?
—En Samyar. Te desmayaste en el desierto. Si no te hubiera encontrado habrías muerto.
—Te lo agradezco...
—Nyobb, me llamo Nyobb.
— Perdí la noción del tiempo y del espacio bajo el sol y deambulé sin rumbo hasta que se me acabó el agua.
—El desierto es peligroso. ¿Adónde te dirigías?
—A Xlianlur.
—No queda mucho. ¿Qué asunto te lleva allí?
—Mi hermana.
—Entiendo, vas a visitarla.
—No vive allí. Es una historia... bueno, complicada.
—Ya veo, no quería importunar.
—No, verás... Mi hermana siempre ha sido la mujer más bella del poblado. Pero el destino a veces es cruel y en un accidente quedó desfigurada. Desde entonces no habla. Antes de cruzar el desierto soñé que me decía que fuera a Xlianlur. Me dijo que a las afueras encontraría un templo en ruinas, de color rojizo, con una cúpula en forma de aguja, algo particularmente hermoso. Y que en ese templo encontraría un tesoro.
—Qué casualidad.
—¿Casualidad?
—Estamos en ese templo que acabas de describir.
—Pero... tú...
—¡Ja, ja! No, no, muchacho. Deja de mirarme así. No creo que yo sea ese tesoro que buscas. Aunque te puedo ayudar a encontrarlo.
—¿Sabes dónde está?
—Eso creo.
—¿Y por qué ibas a dejar que me lo llevara?
—Porque sólo tiene valor... para tu hermana.
—No entiendo.
—Lo que buscas se encuentra en la historia de Narciso.
—Conozco la historia de Narciso. El joven que admiraba tanto su propia belleza que se ahogó en el río al que iba a mirarse todas las mañanas. En el lugar donde se ahogó creció una flor que ahora lleva su nombre.
—Sí, pero la historia no acaba ahí. Después de morir Narciso, las Oréades, intrigadas por su ausencia en el bosque, decidieron bajar al río a preguntar y al verlo llorar desconsoladamente se preocuparon. Cuando el río les dijo que Narciso se había ahogado ellas también rompieron a llorar. Al cabo de un rato trataron de consolarlo diciéndole que no estuviera triste, al menos él había podido admirar su belleza todos los días:
"Pero... ¿Narciso era bello?" les preguntó el río.
"¿Quién si no tú podía saberlo?" contestaron las Oréades. El río, algo más calmado repuso finalmente: 
"Lloro por Narciso, pero no sabía que fuera bello. Lloro por Narciso porque cuando se paraba a mirarse en mi superficie, en sus ojos yo podía ver reflejada mi propia belleza".
—Es una historia hermosa... y cruel.
—La belleza es egoísta. Por eso tu hermana no habla. Si eres capaz de hacerle comprender esto se olvidará de su aspecto y empezará a prestar atención al mundo que la rodea. He ahí tu tesoro.

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