Incluso el hombre más sabio sólo sostiene una vela en pleno sol.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Los Escritos 9



¿Dónde estaba? ¡Ah!, no recuerdo bien. Esa piel voluptuosaovaltridimensionalmente tersa no me deja pensar con claridad. Atareada con sus bolígrafos multicolor. Como todos ellos, ahí agazapados sobre sus asuntos, intentando dejar atrás la mutilada heredad de los antepasados de su raza a golpe de codo. Primero debieran estudiar la vida; insensata y cruel, luego comprenderían mejor todo lo demás. ¡Misericordia para los desgraciados, futuros emperadores de la beldad más naturalmente artificial! Todos ahí, indefensos ante una ley connatural divulgada por un tal C. D. De un lado los vertebrados de la superclase de los selacios, del otro las pirañas. Pero eso no te lo enseñan. No. Las cosas más importantes de la vida siempre las tiene que descubrir uno mismo. Qué drama. Por eso a Edipo no le fue muy bien que digamos. Tuvo que saberlo a las malas. Ciego como Dídimo al final. En realidad todos acabamos ciegos. Como Dídimo. Al final.

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